jueves, 20 de marzo de 2008

El Chato. De Pepe Varela Rosillo

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El Chato. De Pepe Varela Rosillo


Hola Chato.

La primera impresión que me causo fue un poco repulsiva, no es bueno dejarse llevar por lo superficial.

Cuando lo he observado con mas detenimiento, me he encontrado con un abuelo tierno, esa mirada parece cansada, que ya lo ha visto todo, se sorprende de pocas cosas, pero esta dispuesto a comprender lo que se le ponga delante, su impoluta camisa blanca que con reposado cariño plancho ayer tarde la abuela, decorada con delicadeza con la corbatita coloreada. Con su mano izquierda con delicadeza coge su pipa, mientras a su derecha de su mano lleva al chatito, su nieto del alma, el descendiente de su hijita pequeña. El chatito con pantalón corto deja ver sus rodillas llenas de las heridas de sus travesuras, pero cuando va de la mano de su abuelo, se transforma en otro niño, su abuelo es el único mayor que lo trata como un igual, con el que puede hablar de sus charcas y sus ranas, y de sus amores infantiles, su abuelo le comprende. No sabe donde va quizás a ver una esquina del centro, una fachada, una farola, su abuelo sabe todas las historias. Pero lo que el espera con ansia, es el final del paseo, irán a aquel almacén desordenado, polvoriento, lleno de tesoros, en la puerta pone Bellas Artes, el cree que no hay de otro tipo, aun no conoce las “malas artes”, aun cogido de la mano de su abuelo espera las palabras mágicas: “venga escoge lo que quieras, pero ya sabes, no te pases de un duro”. Y entonces empiezan los sueños, no compra ni papel, ni lápices, ni tinta, compra barcos, dragones, caballos, piratas,… compra sueños. El chato, el mejor abuelo.

Gracias Pepe, por haberme hecho soñar un rato.